lunes, 23 de marzo de 2009

Quienes mienten y donde buscan consuelo.



Manuel da Roura.


Verano de 1947.
A lo largo del espigón sobre el que se asentaba el muelle de La Isleta, allá en Las Palmas de Gran Canaria, grupos de tres o cuatro jóvenes merodeaban en las sombras de la noche, escondiéndose tras las tuberías que abastecían de combustible a los buques que casi a diario zarpaban rumbo a las Américas. Todos y cada uno de los muchachos esperaban la ocasión de cruzar el muelle procurando no ser vistos por el vigilante de turno y esconderse en las bodegas o en uno de los botes salvavidas y luego esperar a que zarpara y emprendiera rumbo hacia no sé dónde. Nadie pensaba , ni le importaba, hacia qué lugar iría el barco, a qué puerto o a qué país. Tampoco les preocupaba mucho cuando, ya en alta mar, el hambre les obligaría a salir de su escondite, presentarse al capitán y declarar su condición de polizón. El caso era irse, largarse. Sólo importaba llegar a América.

Les habían dicho que en este lado del Océano se podía conseguir trabajo en lo que fuera y, por lo tanto, sobraban posibilidades de comer completo y, en el mejor de los casos, echar “palante”. La mayor parte de los jóvenes fracasaban en el intento y, haciendo planes para la noche siguiente, regresaban a su lugar de refugio, a la dependencia de su familia pobre, o a casa del amigo ocasional. No era fácil ser polizón en aquellos años en Canarias. No era fácil, sobre todo cuando no se conocía a nadie y las Islas resultaban tan extrañas y desconocidas como las tierras a las que se esperaba llegar y asentarse.

Uno de estos polizones frustrados, fui yo. La última vez que intenté esconderme en un
barco me agarraron antes de conseguir el escondite apropiado y me entregaron a la policía municipal quien, sin maltrato alguno, lo confieso, me encerró en una prisión preventiva a la que llamaban “El Cuartelillo”, y allí, en una amplia sala con piso de cemento, me tuvieron durante dieciséis días, entre polizones fracasados como yo, rateros y algunas prostitutas de calle.

Cuatro años después y ya casado con una extraordinaria joven canaria, que fue mi esposa durante 58 años, pude llegar a Venezuela con mi pasaje pagado y los documentos en regla. Al poco tiempo traje a mi mujer y a mis dos hijos.

Escribo este largo preámbulo de carácter estrictamente personal, porque acabo de leer un artículo, y qué artículo, en el Diario “El País” de España. La España de mis tiempos de joven y también la España del miedo y del hambre que la articulista me hace recordar y no para bien precisamente. La señora se llama Tamara Sujú Roa y forma parte de la ONG “Nueva Conciencia Nacional”. Escribe esta mujer diciendo que el Gobierno Venezolano tiene 43 presos políticos, que los derechos humanos en Venezuela son conculcados en todo momento y que por ahí anda más de un millón de venezolanos exiliados por no poder vivir bajo la tiranía de Chávez.

¡Cierre la jeta, señora!. Usted no sabe lo que dice: ¿Un millón de personas venezolanas exiliadas?. ¡Por favor!.La mentira puede confundirse con la imbecilidad! Cuando llega a esos extremos, no la cree ni la persona más estúpida del mundo.
¿Derechos conculcados al por mayor en Venezuela?: Aquí, señora Sujú, ni siquiera le dan un buen rolazo a cualquiera de los niñatos que cuando les sale del forro o los empujan van a la calle para crear problemas de orden público y gritar pendejadas. ¡Ni un rolazo en el trasero!, señora Sujú.

Vea usted a la Barcelona española en estos días. Allá, en aquellas calles, y por una ley que la Generalidad intenta promulgar y que de alguna manera desfavorece al estudiantado, la policía catalana se cansó de golpear a los jóvenes descontentos. Allá sí que hubo agresión y sangre. ¿O es que aquí somos ciegos y no vemos lo que pasa? Señálenos usted en Venezuela un caso parecido en estos últimos diez años, señora Sujú.

Los presos políticos de que habla esta mujer representan una miseria al lado de los presos, fugitivos y asesinados que después de la Guerra Civil fueron victimados por la misma gente que la Sujú busca ahora para denunciar que aquí hay 43. La España de aquel tiempo que, en el fondo, es la misma de ahora, fusilaba sin compasión. Julián Grimau fue ajusticiado varios años después de finalizada la contienda española.

Aquí, desde que el Presidente Chávez asumió el poder, no se ha fusilado a nadie, señora Sujú; pero los de usted, los que usted promociona, mataron y desaparecieron a venezolanos hasta el cansancio y estoy seguro que su ONG no los toma en cuenta. Para ustedes, son víctimas, no victimarios.

El ataque inclemente y mentiroso a este país por parte de la España política y mediática es de una bajeza que asquea y, su continuidad en el tiempo, repugna a toda persona medianamente honesta y sensible. Por mi parte, y vista la terquedad en el ataque, ya no sé distinguir entre el político español decente o mercenario. A mí todos me parecen lo mismo, como también las ONG de aquí o de allá; pues la que no ofende por comisión lo hace por omisión. El político, hombre público o periodista que se calla ante el desmadre de los medios, o es tonto o baila al son que le tocan.

En realidad, yo no he visto en mi ya larga vida, tan clara y estridente la mentira como norma de la profesión política. Podríamos decir que los que llaman profesionales de la comunicación también son en esencia profesionales del embuste: La mentira institucionalizada, hacer de lo negro blanco y viceversa. Los medios de comunicación no están ahí para informar, sino para desinformar. Señora Sujú, ¿a usted no le da vergüenza decir que Hugo Chávez ha mandado al exilio a un millón de compatriotas y que en la actualidad son los nuevos balseros de Latinoamérica. ¡Por Dios!, esto ni siquiera vale la pena rebatirlo.

En cuanto a esos “activistas” venezolanos que con usted visitaron España para denunciar violaciones a los derechos humanos por parte de Chávez, eso sí se lo creo. Aquí tenemos las desgracia de contar con grupos bastantes numerosos de personas que ejercen la profesión alcahueta de andar de país en país denunciando a diestra y siniestra a quienes el Imperio les señale. ¡Mercenarios, pues!

¿Qué dice usted, señora Sujú?,¿de qué ONG, a quien tanto recurren, nos está hablando?. ¿Qué son las ONG si no instrumentos al servicio del opresor de Latinoamérica? A mí, consciente de pasadas vicisitudes allá en mi país de nacimiento y también consciente de mi fácil adaptación a esta tierra, se me revuelve el estómago comprobando como, de manera constante, recogen basura de donde sea y la lanzan sobre ella premeditadamente con el solo fin de debilitarla y expoliarla. Y en esta tarea están en primera fila los políticos profesionales, las oligarquías españolas y sobre todo los medios de comunicación de todo el mundo capitalista: De aquí, de España y de "Tutti li mundi".

Hubiera deseado que la señora Sujú y sus amigos, allá, en España, hablaran un poco del hambre que aguantamos callados porque era peligroso hablar. Gobernaba Franco, pero el Generalísimo no estaba solo. Le ayudaban los “Aznárez” de aquel tiempo y ahí había presos, fusilados y algunos otros escapados como polizones, buscando horizontes menos peligrosos. Dos de mis cuñados, canarios ellos, llegaron a Venezuela en veleros, uno huyendo de la represión y el otro de la miseria. Porque allá no se andaban con chiquitas. Allá no había jueces durmiendo el sueño de los justos ni tampoco había fiscales en estado cataléptico. Allá, ordenaba el coronel con tres estrellas de ocho puntas en la bocamanga, apuntando con el índice al reo: ¡Para usted, pena de muerte!

Y estas cosas no solamente sucedieron durante la Guerra Civil, sino que se prolongaron varios años más. ¡Dígalo Grimau!.

De manera, pues, señora Sujú, que usted miente canallescamente. Le pagan para mentir y... Lo hace. Babosamente se ha entregado a los intereses capitalistas, aunque ya su argumentación es de una monotonía que da lástima.

Por último, me dijeron que usted es, o fue abogada de Nixon Moreno. Siendo así, no es extraño que haya ido a Madrid con el objeto de calumniar a su país de origen. ¡Que le aproveche!

3 comentarios:

bemsalgado dijo...

" Julián Grimau fue ajusticiado 'varios años' después...", dice Manuel da Roura.
Algo más que 'varios'. De Wikipedia:
El proceso de Grimau. Grimau fue detenido en noviembre de 1962. La detención se produjo en un autobús en el que viajaban únicamente él y otros dos pasajeros, que resultaron ser agentes de la Brigada Político-Social (policía política). Obviamente, había sido delatado. Fue conducido a la Dirección General de Seguridad, situada en la madrileña Puerta del Sol, en el edificio conocido como Casa del Reloj, que hoy es sede del gobierno de la Comunidad de Madrid. Allí cayó por la ventana desde un segundo piso a un callejón, lo que le ocasionó graves lesiones en el cráneo y en ambas muñecas. Grimau explicó este hecho a su abogado declarando que en un momento dado de la sesión de tortura a la que fue sometido por sus interrogadores, le agarraron y le arrojaron por la ventana, esposado con las manos delante, razón por la cual se fracturó la frente y las muñecas. La policía política, por boca del ministro de Información Manuel Fraga Iribarne, declaró por el contrario que Grimau recibió un trato exquisito y que en un momento de su interrogatorio se encaramó a una silla, abrió la ventana y se arrojó por ella de forma "inexplicable" y por voluntad propia. Poco probable ya que se solía esposar al reo a la propia silla.

Frente a todas las previsiones, Grimau no fue acusado por su militancia clandestina (lo que le habría valido una condena a prisión) sino por su actividad durante la guerra civil. Fue la última persona procesada y condenada en España como consecuencia de la guerra. La razón de ello es que, probablemente, el régimen quiso dar una lección a la oposición en un momento en el que existía una ola de alta conflictividad social y política. Grimau fue acusado por su trabajo como policía durante la guerra civil. Esa actividad, como todas las ejercidas por miembros de la administración republicana durante la guerra, era calificada de delito de rebelión militar. Aunque el delito se consiguiese probar, técnicamente había prescrito tras los 25 años transcurridos. El tribunal debía probar entonces que se trataba de un delito continuado. En concreto, a Grimau se le imputaban torturas y asesinatos en una checa (centro de detención político) de Barcelona. Dicha imputación, que no fue demostrada en el juicio, se le ha hecho también desde sectores anarquistas, que le acusan de haber sido un prominente miembro del Servicio de Información Militar (SIM) y de haber dirigido la represión contra los acusados del asesinato del agente del SIM Leon Narwicz en 1938. No parece sin embargo que existan pruebas documentales de ello. Además, estas fuentes sitúan la actividad de Grimau en Madrid, no en Barcelona. Sin embargo, a pesar de lo anterior, Jorge Semprún (Federico Sánchez), miembro del Comité Ejecutivo del PCE, escribió en su Autobiografía de Federico Sánchez lo siguiente:

A raíz de su detención [de Grimau], y sobre todo después de su asesinato, cuando participé en la elaboración del libro (Julián Grimau — El hombre — El crimen — La protesta, Éditions Sociales, 1963) que el Partido consagró a su memoria, fui conociendo algunos aspectos de su vida que ignoraba por completo mientras trabajaba con él en la clandestinidad madrileña. Así, por ejemplo, yo no sabía que Julián Grimau, pocas semanas después de comenzada la guerra civil, cuando todavía era miembro del Partido Republicano Federal —sólo se hizo comunista en octubre de 1936—, había ingresado en los Cuerpos de Seguridad de la República, trabajando primero en la Brigada Criminal de la policía de Madrid. Un día, mientras preparábamos la confección del libro ya citado, Fernando Claudín, bastante desconcertado y con evidente malestar y disgusto, me enseñó un testimonio sobre Grimau que acababa de recibirse de América Latina. Allí se exponía con bastante detalle la labor de Grimau en Barcelona, en la lucha contra los agentes de la Quinta Columna franquista, pero también —y eso era lo que provocaba el malestar de Claudín— en la lucha contra el POUM. No conservo copia de dicho documento y no recuerdo exactamente los detalles de esta última faceta de la actividad de Grimau, que el testigo de América Latina reseñaba como si tal cosa, con pelos y señales. Sé únicamente que la participación de Grimau en la represión contra el POUM quedaba claramente establecida por aquel testimonio, que fue edulcorado y censurado en sus aspectos más problemáticos, antes de publicarse muy extractado en el libro al que ya he aludido.
Grimau fue procesado por un tribunal militar. No existían apenas en España militares con formación jurídica, por lo que bastaba con que fuera abogado el ponente o fiscal, encargado de asesorar a los presidentes del tribunal. En el caso del juicio a Grimau, ejerció de fiscal un habitual de los juicios políticos, Manuel Fernández Martín, que en realidad nunca había estudiado Derecho y desempeñaba el cargo, como muchas otras personas en la época, gracias a que podía declarar que sus títulos "se habían quemado durante la guerra" (fue desenmascarado un año más tarde, tras décadas de ejercicio, y condenado a prisión). El defensor era la única persona con formación jurídica de la sala: el teniente abogado Alejandro Rebollo (que sería diputado años después), a quien la defensa de Grimau le costaría el puesto.

El juicio se celebró en los juzgados militares de Madrid el jueves 18 de abril de 1963, con la sala atestada de periodistas. Para Rebollo, el juicio era nulo de pleno derecho (de acuerdo incluso con las leyes políticas de la época y aun sin saber que el ponente era un impostor). Los delitos de torturas no fueron probados: los testigos de la acusación declararon que conocían los crímenes del acusado "de oídas", es decir a través de rumores o testimonios de terceros que no podían comprobarse. Sólo estaba probado que, efectivamente, fue polícía. El delito continuado de rebelión era improbable dado que Grimau había pasado más de 20 años fuera de España tras el fin de la guerra y no existían indicios de su presencia clandestina en el país durante ese tiempo. El fiscal cortó en numerosas ocasiones las declaraciones del acusado y del propio abogado defensor, cuyo alegato no fue tenido en cuenta. Tras apenas cinco horas de juicio, sin deliberación, se dictó como estaba previsto la condena a muerte.

En realidad, el juicio por "rebelión militar", en el que se aplicaba la Ley de Responsabilidades Políticas de 1938, hacía previsible la sentencia. Este tipo de juicios sumarísimos en aplicación de una ley creada específicamente para aniquilar a los republicanos no se producía desde los años inmediatamente posteriores a la guerra. En su periodo de apogeo, acababan invariablemente con una sentencia de muerte, tanto que a menudo los bedeles del tribunal se permitían hacer sin reparos una broma macabra que se hizo famosa: "que pase la viuda del acusado". El fiscal Fernández Martín actuaba con frecuencia en estos juicios y su afición a la pena de muerte era también famosa.

Por otro lado, el Consejo de Ministros del 1 de abril de aquel año 1963 había aprobado la creación del Tribunal de Orden Público, que pretendía dar carpetazo definitivamente a la legislación represiva aprobada en el marco de la guerra civil. A Grimau le habría correspondido ser juzgado por este tribunal, que no habría dictado pena de muerte sino de prisión. Por ello, para asegurarse de que Grimau sería ejecutado, Franco dispuso que la entrada en vigor de la ley se retrasara hasta después del fusilamiento.


La presión internacional [editar]Precisamente por lo inusitado del procedimiento, eco de una guerra que por otro lado el franquismo parecía querer enterrar (comenzaban a prepararse los actos de los "veinticinco años de paz"), y porque se esperaba lo peor, desde el anuncio de los cargos contra Grimau se desató una reacción internacional de protesta y presión sin precedentes en ningún aspecto relacionado con España. La prensa internacional volcó su atención sobre el caso Grimau y hubo manifestaciones multitudinarias en varias capitales europeas y latinoamericanas. En algunos puertos, los estibadores se negaban a descargar los barcos españoles, y más de 800.000 telegramas llegaron a Madrid pidiendo la paralización de lo que consideraban un juicio farsa. La presión no pareció afectar al general Franco, que en su línea habitual la atribuyó a una "conspiración masónico-izquierdista con la clase política". Manuel Fraga, en su calidad de ministro de Información y Turismo, inició una intensa campaña dirigida a la prensa internacional atribuyendo a Grimau los mayores crímenes.

Tras la lectura de la sentencia, sólo cabía la posibilidad de que Franco conmutara la pena por otra de prisión. Numerosos jefes de Estado se pusieron en comunicación con él para hacerle esta petición, entre ellos el papa Juan XXIII y el líder soviético Nikita Jrushchov, lo que tampoco tenía precedentes: era la primera vez que un dirigente soviético se dirigía oficialmente al régimen franquista. Dentro de España, algunas personalidades cercanas al régimen pidieron también clemencia. El Consejo de Ministros, formado por 17 personas, se reunió el 19 de abril. Duró diez horas, aunque al parecer sólo Fernando Castiella, titular de Exteriores, y Vicente Fernández Bascarán, subsecretario del Ministerio de la Gobernación y ministro en funciones aquel día, manifestaron su oposición a la ejecución de la sentencia, alarmados por la presión internacional y las consecuencias que podía tener en la política exterior española. Su oposición fue sin embargo más bien tímida, ya que Franco finalmente exigió una votación y la decisión de firmar la sentencia se tomó por unanimidad.


Muerte de Grimau [editar]Julián Grimau, entre tanto, pasaba en el cuartel militar del barrio de Campamento sus horas de capilla, es decir, las previas a la ejecución de la pena, en compañía de su abogado, de acuerdo con las ordenanzas militares. Hacia las 5 de la madrugada del 20 de abril, fue trasladado en una furgoneta al campo de tiro del cuartel, donde debía ejecutarse el fusilamiento. En principio, correspondía a la Guardia Civil formar el pelotón, pero sus mandos se negaron a hacerlo. El capitán general de Madrid rehusó también que el pelotón fuera integrado por militares de carrera, que era la segunda opción. Parece ser que fue el propio Franco quien dio la orden de que los ejecutores de Grimau fueran soldados de reemplazo, y así se hizo. Jóvenes, asustados y sin experiencia de tiro, según los testigos, dispararon a Grimau 27 balas sin lograr acabar con su vida. Fue el teniente que mandaba el pelotón quien hubo de rematar a Grimau de dos tiros en la cabeza. Según confesó años más tarde a la familia del fallecido, este acto le persiguió durante toda su vida, hasta el punto de que acabó sus días en un psiquiátrico. Julián Grimau fue enterrado en el cementerio civil de Madrid.


Rehabilitación de Grimau [editar]Con la llegada de la democracia, a partir de 1975, se abría teóricamente la posibilidad de revisar el caso Grimau y el de otras víctimas de la dictadura. Sin embargo, los acuerdos conocidos como Pactos de la Moncloa supusieron de facto una Ley de Punto Final y del silencio, de la que el PCE fue paradójicamente (porque era quien más había sufrido la represión) el mayor valedor. En términos generales, se procuraba olvidar los aspectos más oscuros del régimen anterior y enterrar definitivamente la memoria de la República y la guerra. En los años 1980, según testimonios de militantes del PCE y de familiares de Grimau, el ayuntamiento de Madrid, a la sazón dirigido por Enrique Tierno Galván, del Partido Socialista Obrero Español, propuso extraoficialmente rebautizar la avenida del Mediterráneo como avenida de Julián Grimau (existen calles y edificios públicos con el nombre de Grimau en numerosas ciudades fuera de España). El PCE se negó, mostrando así su voluntad de enterrar el asunto.

Desde mediados de los años 1990, sin embargo, la consolidación de la democracia y el tiempo transcurrido desde la guerra, además del fallecimiento de la mayoría de sus actores (lo que hacía menos conflictiva cualquier referencia a la misma), ha venido propiciando que se empezara a reivindicar en el ámbito parlamentario la memoria y reparación de los represaliados. Buena parte de las iniciativas en este sentido procedían y proceden de Izquierda Unida, coalición que integra a un PCE ya sin su antigua dirección -bajo el mando de Carrillo- y con las bases que la apoyaban muy mermadas. El 15 de abril de 2002, Izquierda Unida presentó una Proposición no de Ley sobre la rehabilitación pública y democrática de la figura de Julián Grimau, que recibió los votos a favor de todos los partidos con representación parlamentaria excepto el Partido Popular (PP), que a la sazón gobernaba con mayoría absoluta. El PP tenía una razón doble para oponerse y así lo expresó: por principio, es contrario a toda iniciativa política acerca de la guerra y sus consecuencias o el franquismo. En segundo lugar, preveía que el debate sobre Grimau tenía muchas posibilidades de convertirse además en un juicio público al ministro que defendió en todos los medios de comunicación su asesinato, Manuel Fraga, fundador del Partido Popular y entonces presidente de la comunidad autónoma de Galicia. En mayo de 2005, Izquierda Unida presentó una iniciativa similar en la Asamblea de Madrid (parlamento de la comunidad autónoma), para que dicha asamblea inste al gobierno a rehabilitar la figura de Julián Grimau. Esta iniciativa sí ha contado con el respaldo del PP, que cuenta con mayoría absoluta en la cámara.

bemsalgado dijo...

Para documentar hechos aludidos por Manuel da Roura en su artículo, añado la siguiente información, acopiada de RTVE:

Los periodistas protestan contra la Generalitat por las agresiones de los Mossos.

BARCELONA 20.03.2009
"Mosso, no me pegues, estoy trabajando" o "Sin testigos no hay libertad" son algunos de los mensajes que han portado los periodistas que se han concentrado este viernes en la barcelonesa Plaza de Sant Jaume para expresar ante la sede de la Generalitat su rechazo por las agresiones policiales contra los periodistas que cubrían el miércoles por la noche las protestas anti-Bolonia que acabaron con incidentes.

Cerca de un centenar de periodistas, incluyendo la treintena que de ellos que fueron agredidos, se ha concentrado ante el Palau de la Generalitat, según informa para Radio 5 Gemma Nuñez.

Además de algunos silbidos y el lanzamiento de bolas de papel contra la fachada del edificio, los concentrados han depositado cámaras y micrófonos durante unos minutos frente a las puertas de la Generalitat como símbolo de protesta.

Informadores de TVE, Agencia Efe, ADN, La Vanguardia, El País, Catalunya Ràdio o RAC-1, entre otros medios, resultaron heridos en las numerosas cargas policiales del miércoles.

bemsalgado dijo...

Sobre la actuación policial en Barcelona, también recomiendo leer de la columna 'El dedo en la llaga - El día a día de Javier Ortiz', el artículo de hoy titulado : La Gran Boloñesa, donde se dicen cosas como:

" En la carga que pude ver el otro día por la tele, aparte de comprobar que los Mossos d’ Esquadra se intercambian sus consignas en un castellano molt escaient, comprobé que ellos también tienen muy claro todo: se trata de partir la cara a quien se les ponga por delante, sea estudiante, fotógrafo o mero transeúnte. Todo ello bajo las órdenes de un consejero de Interior que milita en Iniciativa per Catalunya, íntimo aliado de Izquierda Unida.
Pero lo que he visto, que subleva más a muchos estudiantes de ahora, ideológicamente hablando, es que los mismos que les envían a la pasma para que les zurren la badana aprovechan la ocasión para echarles discursillos paternalistas sobre lo muchísimo que ellos hicieron allá por el 68, cuando eran gente a la búsqueda del porvenir que más les dictaba su conciencia, y cómo lucharon a brazo partido con la Policía para lograrlo. "